enero 17, 2010

El que quiso seguir tocando

Martes 31 de julio de 2007: noche inaugural del Festival de Guitarra de Arequipa, Perú. Además de los invitados internacionales, el festival daba cabida a los valores locales, que así podían mostrar su trabajo en un marco extraordinario, y foguearse ante una nutrida concurrencia que rondaba los 400 espectadores por noche de promedio.
Así llegó el turno de un joven valor arequipeño, a quien se le había concedido la posibilidad de interpretar dos temas. Naturalmente, a estos participantes locales se les daba menos tiempo de escenario que a los invitados internacionales ó a los artistas peruanos ya consagrados y profesionales.
El telón -siempre cerrado al momento de las presentaciones y lecturas de curriculums- se abría una vez que el artista estaba ya ubicado en su silla, instrumento en mano, y con el micrófono perfectamente acomodado para comenzar su presentación. A la vez se cerraba tras cada participación, pero el encargado de manejarlo, en lugar de esperar que el artista se haya retirado del escenario, lo bajaba mientras éste estaba aún saludando. Así, mientras el telón iba descendiendo, se veían las piernas del músico que, dándose cuenta que el telón se cerraba, se retiraba caminando hacia uno de los costados del escenario. Esto hacía que cada número terminara con la imagen algo graciosa de los pantalones y zapatos en movimiento.
El mencionado valor local comenzó su actuación, y tras el primer tema se paró y saludó de pie. Luego se sentó y tocó el segundo tema, tras lo cual repitió el rito de pararse y saludar, que en este momento era absolutamente natural dado que su actuación había terminado. Pero se ve que el guitarrista consideró que dos temas era muy poco, y en pícara actitud, volvió a sentarse y acomodar su micrófono con la evidente intención de continuar su mini-recital y permanecer en el escenario un rato más. Para su mala suerte, el encargado del telón tenía claras instrucciones de bajarlo luego del segundo tema, y así lo hizo. La pesada tela roja comenzó a descender y el músico, sentado como para empezar un nuevo tema, no atinó a nada, desapareciendo paulatinamente: primero su cabeza, luego su guitarra y por último sus pantalones y zapatos, que en este caso no se desplazaban hacia un costado sino que quedaban fijos, en el centro del escenario.
Imagen de la ciudad de Arequipa, con el volcán Misti de fondo, y las dos torres de la catedral:



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