enero 24, 2023

¿Usted se quiere bañar?


Este relato es rigurosamente cierto, pero por respeto no contaré donde sucedió, sólo diré que fue en algún lugar de los Andes, en un frío mes de agosto.
Luego de un larguísimo viaje en colectivo, llegué al hotel de noche. Mi necesidad más acuciante era una ducha, desentumecerme y sacarme el frío antes de dormir. Los sistemas de agua caliente a veces tienen un tiempo máximo para el trámite, así que decidí consultar al conserje, un hombre sonriente y simpático:

- ¿Cuánto tiempo dura el agua saliendo caliente?
- ¿usted se quiere bañar?
- si...
- bueno, cuando se esté por bañar me avisa y yo le abro el agua caliente.
- bueno, gracias. ¿Y cuánto tiempo voy a tener agua caliente?
- ¿usted se quiere bañar?
- .... si....
- avíseme cuando esté por bañarse y yo le doy agua caliente.
- claro... pero una vez que empieza a salir caliente... ¿cuánto tiempo me da para bañarme antes de enfriarse?
- ¿usted se quiere bañar?
(empecé a sospechar que la comunicación no estaba funcionando)
- si... me quiero bañar...
- bueno, cuando esté por bañarse avíseme y le abro el agua caliente.

Me pregunté si no estaría yo de golpe hablando en japonés o algún dialecto desaparecido. Estaba muy cansado, así que me fui a la habitación, que era un freezer sin estufa.

Con la desconfianza que dan los años, luego de avisar para que «me abrieran el agua caliente», no me metí hasta ver qué pasaba, y fue buena idea: el agua nunca pasó de casi tibia. Me saqué el calzado y me metí a la cama, con campera y todo, y pasé una noche gélida hecho una bolita.

A la mañana yo era un estropicio: helado, la nariz tapada de moco seco, contracturado y desesperado por una ducha caliente. Bajé y ahí estaba el conserje, tan sonriente como la noche anterior.

- vea... anoche no me pude bañar, el agua nunca salió caliente...
- ¿usted se quiere bañar?
- ¡SI! ¿CUÁNTO TIEMPO VA A SALIR CALIENTE?
- cuando usted se esté por bañar me avisa y yo le doy agua caliente.

Se me salió la cadena, lo fulminé con la mirada y le empecé a recriminar que desde la noche anterior le estaba haciendo una pregunta sencilla que nunca me había contestado, que si me estaba agarrando para la joda o qué le pasaba, en un tono de voz elevado, muy impropio de un pasajero educado en un hotel. Se le borró la sonrisa, y su cara empezó a mostrar desconcierto y temor. Con voz apenas audible, me dijo:
- diez minutos.

Le dije «ahora me quiero bañar», subí a la habitación, abrí la ducha, y esta vez empezó a salir caliente. Por las dudas no me quedé diez minutos, aunque me hubiera encantado, resolví el asunto en cinco. Ya resucitado, agarré la viola, la valija, y seguí mi camino.

Nunca sabré el motivo de aquél desencuentro.
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