febrero 25, 2014

Tocar... ¿para quién?

El sábado pasado (22 de febrero) toqué en un centro cultural de Buenos Aires. Fue un recital compartido con mi colega y amiga Analía Rego. Ya terminado todo, una persona del público -alguien de mis afectos- se acercó a saludarme y me dijo: "- Tocá para la gente."

Me quedé desconcertado, pensando que se trataba de un chiste o algo así, pero era en serio. Me estaba diciendo que no había logrado "entrar" en lo que yo hacía salvo en un tema que puntualmente puso como ejemplo, que casualmente tiene una melodía hecha con tres notas.

Este incidente activa en mi cabeza una cuestión de vieja data: la grieta que se abre ¿inevitablemente? entre artista y público. Si un artista creador es sincero, se entrega a la búsqueda de nuevas formas de expresión y estudia su arte constantemente, lo que probablemente sucederá es que irá mutando estilística y estéticamente, pues lo contrario implicaría repetición de fórmulas y parálisis. Dicho sea esto sin desmedro de que ciertos elementos del lenguaje personal pueden repetirse.
Del otro lado, el gran público -es decir todas las personas cuyo oficio no es el arte, pero que lo "consumen" por placer y entretenimiento- suele preferir lo contrario: escuchar la misma música a lo largo de décadas -sino toda la vida-, y en lo posible en las versiones de los mismos artistas; esto es válido, sólo señalo la diferencia de actitudes. (El fabuloso éxito comercial alcanzado por propuestas lamentables y rayanas en lo ridículo, señala que el gusto mayoritario no está orientado a la excelencia, y la causa de este fenómeno -tangencial a este comentario- merece un análisis sesudo y particularizado. Cabe aquí reconocer que mido lo que me parece bueno con mi propia vara, y en ello se introduce sin duda un elemento de gran subjetividad en lo que escribo.)

Estos extremos están separados por una infinita escala de grises. Pero creo que se puede establecer a trazo grueso esta tendencia digamos "bipolar".
¿Es posible acercar estas posiciones? No lo sé... tiendo a pensar que no, y que por lo tanto aquél que decida entregarse a una actividad creadora honesta e intransigente tendrá que estar consciente de que va derecho a cierta soledad, que en algunos lenguajes musicales puede llegar a ser extrema, y en otros que aún conserven rasgos de lo popular tal vez un poco menos. Deberá saber que a medida que su arte gane en complejidad merced a sus esfuerzos por abarcarlo y dominarlo, más pequeña será su chance de comunicarlo.

Esta reflexión no es nueva para mí, hace tiempo que me pregunto estas cosas. Estos pensamientos me llevaron alguna vez a escribir un poema que copio abajo. Creo que este texto que aquí llega a su fin contiene la respuesta que hoy doy a los interrogantes de los años precedentes.


Ruego

Te pido que me dejes
darte lo que es tuyo.
Si es lo único que quiero...
¿porqué cerrás las puertas
y los oídos
y das la espalda?
Trabajo, esculpo...
alumbro melodías anudadas
a tu historia color barro.
Atrapo tus acentos
rituales, tus temores y a mi modo
los ofrezco.
Mirame... abrí tu mano...
¿podremos conectarnos
o tendrán mis criaturas
un destino de nubes
que deshilacha el viento?


Marcelo Coronel (3.5.2011)