marzo 30, 2010

Sorpresa en Canadá

Los meses de enero y febrero de 2001 los pasé en Toronto, Canadá. Para esa misma época estaba en esa ciudad mi amigo Leonardo Bravo, guitarrista destacado de Capitán Bermúdez, ciudad ubicada a muy pocos kilómetros al norte de Rosario. En ese entonces teníamos un dúo de guitarras en formación, y andábamos presentando "EL alma en la raíz", CD que Leo grabó con mis obras para guitarra sola para el sello EPSA Music, de Buenos Aires. Juntos intentamos establecer vínculos con la comunidad guitarrística del lugar, y así conocimos a William Beauvais, guitarrista, compositor y docente canadiense, quien nos invitó a una ronda de guitarristas, en el Conservatorio Municipal de Toronto.
El día del evento llegamos al Consevatorio, que nos sorprendió por varias razones. En primer lugar, contaba en su hall de entrada con un local de venta de partituras, instrumentos y accesorios para músicos: atriles, papel pentagramado, libros, etc. La variedad y el surtido de este pequeño local ubicado puertas adentro de un establecimiento educativo, superaba en varios rubros a los más importantes comercios del ramo de la ciudad de Rosario, especialmente en lo referente a ediciones de partituras, que en Argentina han casi desaparecido. En segundo lugar, las instalaciones y la infraestructura: cada aula estaba equipada con un piano sobre el cual había una computadora que iba registrando el trabajo del ejecutante, posiblemente en un software editor de partituras.
En una de las aulas, los alumnos y William se ubicaron en ronda, y cada uno a su turno tocó una obra del compositor brasilero Heitor Villa Lobos. Leo y yo escuchábamos. Terminada la actividad, un grupo de ellos junto a un constructor de guitarras se dirigieron a un aula contigua, para examinar nuevos instrumentos que algunos acababan de adquirir. Allí fuimos nosotros dos también.
Al salir a relucir una de las nuevas guitarras, se dejó ver en el estuche un libro, un método para guitarra cuyo diseño de tapa nos resultaba más que conocido. Era "El Sagreras", material de estudio casi obligatorio para todo aquél que se aventura en los laberintos de la técnica guitarrística, en Argentina. Pedí permiso para hojear lo que consideraba una edición canadiense, o norteamericana, y vi que no: era la edición argentina, en español, exactamente nuestro Sagreras.
¿Cuántas cosas valiosas estaremos exportando? ¿Tendremos idea de nuestro potencial?

marzo 20, 2010

Conversaciones con mi padre

Jim Bosse tiene algo así como 60 años. Vive con su esposa Nancy en Cañon City, estado de Colorado, Estados Unidos. Allí alterna su profesión de optometrista con su actividad como compositor y guitarrista. En su New York natal supo integrar una banda de rock junto a Billy Joel, cuando eran quinceañeros. Durante el mes de febrero de 2010 tuve el privilegio de ser su huésped por unos días, y disfrutar de su generosidad, su bonhomía y su amistad.

Jim Bosse en su estudio, Cañon City, Colorado

Jim tuvo una excelente relación con su padre, y destaca las conversaciones que solía mantener con él, pero la época de su juventud fue tumultuosa, y por lo tanto algunos conflictos generacionales no podían dejar de surgir.
Su padre luchó en la segunda guerra mundial, y como miembro de la generación que vivió ese conflicto, afectado por un nacionalismo exacerbado, adoptó una postura radical a favor de la guerra de Vietnam, en la década de los años sesenta.
Jim, como miembro de la siguiente generación, se opuso a esa guerra. Esto llevó a padre e hijo a sostener largas conversaciones sobre el asunto, que muchas veces derivaban en fuertes discusiones. En esos años de gran convulsión interna, muchos jóvenes norteamericanos, en señal de repudio a Vietnam, rompían su documentación, necesaria para ser enrolados en el ejército. Jim iba a hacer esto también. Entonces su padre amenazó: si Jim rompía su documentación, él a su vez rompería la partida de nacimiento de Jim, y virtualmente le quitaría la condición de hijo suyo.
Esta fuerte crisis fue resuelta, en aquél momento, con una cuota de sentido común, y las cosas no pasaron a mayores. Años después, cuando el padre de Jim estaba enfermo y próximo a morir, le habló y le preguntó si recordaba aquel incidente. Jim contestó que si, a lo cual el padre respondió con una confesión: él se había equivocado, aquélla guerra había sido un gran error.
Suele llevar tiempo aceptar o descubrir ciertas cosas. Muchas veces la gente muere sin haber logrado abrir su mente ante ciertos asuntos que los afligen especialmente, y esto suele suceder porque en la pugna entre razón y corazón, a veces éste se impone. Afortunadamente no fue este el caso.
La música que sigue es “Conversations With My Father” (Conversaciones con mi padre), composición de Jim Bosse que él incluyó en su CD de igual título, material para dúo de guitarras grabado junto a Alejandro Dávila, de Argentina, su compañero en el dúo Dos Américas. La vez grave es la del padre, y la más aguda la del joven Jim, y la pieza está escrita en un estilo “conversacional”, más que cantable.

marzo 16, 2010

Moldes

¿Quién no conoce McDonald's? La marca de la M amarilla, ícono de la cultura norteamericana, está en todas partes. Lo que no me imaginaba es que andando por los Estados Unidos iba a encontrar muchas cadenas comerciales al estilo de McDonald's, que también están en todas partes, y que son mucho más que comercios: representan un modo de vivir, una tendencia a la normalización y la masificación en los hábitos cotidianos.
Starbucks (café), Best Buy (electrónica), Barness & Noble (libros), Cracker Barrel (comida del sureste), Olive Garden (comida italiana), EconoLodge (hoteles), y la lista sigue. Debo decir que la presencia nacional de estas cadenas y sus sucursales permite al habitante ya acostumbrado desenvolverse de manera casi automática, poniendo en acción los hábitos adquiridos por la frecuentación de estos espacios. Todo es práctico, y para cada situación alguien ha pensado una respuesta. Como habitante de una cultura por momentos opuesta, que padece la endémica carencia de soluciones para cuestiones sencillas, reconozco las ventajas de tal normalización. Por otro lado me pregunto (y no puedo responderme) si esta estandarización de las rutinas y los consumos no estará restando cierta cuota de sorpresa, que suele condimentar el vivir con un poco de sal y pimienta.