Quien elija el oficio de tocar música -maravilloso y espinoso a la vez-, deberá estar dispuesto a largarse al camino, llevando a cuestas la propia vida interior hecha textura, melodía, acorde y contrapunto.
Hay maneras de ser músico permaneciendo en un lugar. El compositor tiene esa posibilidad, por ejemplo. Pero entiendo que no es posible para el intérprete. Aquéllos a quienes están destinados los esfuerzos del músico están por todos lados, aquí y allá, y hay que ir a buscarlos. Es una suerte de búsqueda del tesoro. Al menos así me gusta entender el hecho de la convergencia, en un momento y en un lugar, de un puñado de almas anhelando el milagro de la emoción.
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